Benedictina en crisis de fe
Escribe Santo Tomás (II-II, q.5,a.3)
El hereje que rechaza un solo artículo de fe no tiene el hábito ni de la fe formada ni de la fe informe. Y la razón de ello está en el hecho de que la especie de cualquier hábito depende de la razón formal del objeto, y si ésta desaparece, desaparece también la especie del hábito. Pues bien, el objeto formal de la fe es la Verdad primera revelada en la Sagrada Escritura y en la enseñanza de la Iglesia. Por eso, quien no se adhiere, como regla infalible y divina, a la enseñanza de la Iglesia, que procede de la Verdad primera revelada en la Sagrada Escritura, no posee el hábito de la fe, sino que retiene las cosas de la fe por otro medio distinto. Como el que tiene en su mente una conclusión sin conocer el medio de demostración, es evidente que no posee la ciencia de esa conclusión, sino tan sólo opinión.
Ahora bien, es evidente que quien se adhiere a la enseñanza de la Iglesia como regla infalible presta su asentimiento a todo cuanto enseña la Iglesia. De lo contrario, si de las cosas que enseña la Iglesia admite las que quiere y excluye las que no quiere, no asiente a la enseñanza de la Iglesia como regla infalible, sino a su propia voluntad. Así, es del todo evidente que el hereje que de manera pertinaz rechaza un solo artículo no está preparado para seguir en su totalidad la enseñanza de la Iglesia (estaría, en realidad, en error y no sería hereje si no lo rechaza con pertinacia). Es, pues, evidente que el hereje que niega un solo artículo no tiene fe respecto a los demás, sino solamente opinión, que depende de su propia voluntad.
Las declaraciones de Sor Teresa Forcades son una muestra de la crisis de fe que campa en la Iglesia.
Sor Teresa está a favor de la utilización de la «píldora del día después», en caso de violación. Igualmente declara el derecho de la madre a decidir a abortar, ya que Dios ha puesto en manos de la madre la vida del niño, que, al fin y a la postre, depende de ella.
La Hermana Forcades señala correctamente que la relación que se establece entre el bebé – no el feto – y su madre es única, singular, ¿acaso ella no lo lleva nueve meses en las entrañas? Sin embargo, esto no quiere decir que la relación con el padre no lo sea. Simplemente son distintas, porque distintos son el hombre y la mujer, aunque iguales en dignidad.
El niño durante la gestación depende para vivir de la madre. Esta dependencia, una vez que ésta ha dado a luz, se prolonga en el tiempo, ya que el niño no es capaz de mantenerse por sí mismo, al contrario de lo que pasa con los animales. El hombre necesita de los demás. Entonces, ¿cómo se puede plantear en términos de dependencia la eliminación o no de un ser humano?
Dios no pone la vida del niño en manos de la madre: la vida depende de Dios. Él la da y el la quita. Sólo en casos excepcionales se puede dar muerte a un ser humano y siempre con un triple fin: reparar el orden de la justicia, defender y disuadir del delito.
El aborto es la eliminación de la vida de un inocente.
En la Humanae Vitae del Papa Pablo VI, uno de los termómetros del disenso eclesial como dice el padre Iraburu, se expone claramente:
En conformidad con estos principios fundamentales de la visión humana y cristiana del matrimonio, debemos una vez más declarar que hay que excluir absolutamente, como vía lícita para la regulación de los nacimientos, la interrupción directa del proceso generador ya iniciado, y sobre todo el aborto directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapéuticas.
Las declaraciones de Sor Teresa se dirigen a la misma línea de flotación de la Iglesia. Además desde su interior. Afectan especialmente a «estos principios fundamentales de la visión humana y cristiana del matrimonio», y no sólo del matrimonio, sino del hombre y de Dios.
Si Dios ha puesto la vida del bebé en manos de la madre – como dice la hermana – y por ende, ella puede decidir sobre la vida y la muerte del niño, nadie se puede meter. Realmente el razonamiento es demoníaco, ya que a Dios se le hace corresponsable de nuestro delito. Él, que es el Supremo Bien, se le convierte en el creador del mal.
La crisis que vive la Iglesia es una crisis de fe. Decía Chesterton que «cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa.». Algo así le ha debido pasar a Sor Teresa Forcades. Hastiada de todo, sin fe, ha cambiado el acusativo Deum del Credo por el acusativo feminista.
Ha orillado aquello que dice el decreto Perfectae Caritatis:
Ante todo, han de tener en cuenta los miembros de cada Instituto que por la profesión de los consejos evangélicos han respondido al llamamiento divino para que no sólo estén muertos al pecado, sino que, renunciando al mundo, vivan únicamente para Dios. En efecto, han dedicado su vida entera al divino servicio, lo que constituye una realidad, una especial consagración, que radica íntimamente en el bautismo y la realiza más plenamente.
Considérense, además, dedicados al servicio de la Iglesia, ya que ella recibió esta donación que de sí mismos hicieron.
Decreto Perfectae Caritatis,
La hermana Forcades tiene el virus de increencia, está afectada de la crisis de la Iglesia. Estas situaciones se podrían haber evitado hace tiempo si se hubiese tomado el jarabe el momento adecuado.
Hoy toca actuar y rezar. Rezar por la Hermana Forcades. Y actuar para que no se contagien los miembros sanos del Cuerpo Místico de Cristo.
12 comentarios
La conclusión contraria a la que llega esta descastada.
Por lo tanto, el aborto es un homicidio triplemente agravado: por vínculo, por indefensión de la víctima y por traicion de quien tiene la obligaciòn de proteccion y guarda confiada por el mismo Dios.
Gracias por recordarnos esos párrafos. Si se conocieran más, no habría tantos problemas como éste.
Hay un naufragio. En la barca de salvamento quedan un hombre malvado con un bebé, su hijo, y una mujer. Al cabo de dos días, el malvado viola a la mujer entre los llantos del bebé. En esto que hay una tormenta, el malvado cae al agua y se lo lleva el mar. La mujer queda sola en la barca con el bebé. El bebé llora y causa molestias a la mujer y le recuerda la violación que sufrió entre llantos. El bebé depende de la mujer,sólo ella puede mantenerle vivo y llevarle a puerto. Es dependiente de ella. El malvado (o el azar) ha impuesto a la mujer ese bebé, su presencia. ¿Puede la mujer matar a ese bebé que llora y le traumatiza, o tiene el deber de llevarlo a puerto?
RESPUESTA: Matar bebés está mal, antes o después del parto, sean hijos tuyos o no, te hayan violado o no.
Por lo tanto, aclarado esto por la monja díscola, a los hombres no nos queda otra que hincarnos de hinojos ante la mujer parturienta y adorarla en su elección infaliblemente tomada, convertida -como dicen las autodenominadas Catholics Pro-Choice- en auténtico sacramento.
La hermana Forcades parece que prefiera ser una estrella de la t.v. No sé si, realmente, cree en lo que dice o, simplemente, se ha incorporado al circo mediático. Por eso le entrevistan en tv3 y, desgraciadamente, no habrá reproche por parte de sus superiores.
Y pública debe ser la reparación
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